Por favor, respeta las reglas al enviar un TQD
#47 #47 carlos87 dijo: #46 jajaja... me alegro que no te lo tomes mal, pero es que estamos hablando de tetas... y tú nos vienes con éstas... jajaNo era mi padre biológico, pero era mi único familiar con vida, y el único que podía decirme donde estaba mi padre de verdad, pero ya daba igual, no tenía nada ni nadie por lo que vivir. Ni por el que morir. Había llegado el momento de hacer algo con mi vida.
Fui al baño. Me mojé la cara con agua caliente, eché un poco de gel de afeitado sobre mi mano y comencé a esparcirlo por mi cara. En ese momento comenzaba mi ritual de afeitado, que a veces duraba diez minutos, a veces media hora. Me aseguré de estar bien afeitado, me puse mi pantalón negro, mi chaqueta negra y mi gorra negra.
#34 #34 sylenth dijo: #32 De vez en cuando me llamaba algún amigo (o eso decía él) e íbamos al bar, aquel lúgubre y cerrado lugar donde nos ahogábamos en nuestras penas, pero hacía tiempo que nadie me llamaba. Concretamente desde que me robaron el coche. Lo usaba para llevar y traer a mis “amigos”, y creo que solo me querían por eso. Creo que hice bien en irme con ellos, pero eso es algo que ustedes juzgarán a su debido tiempo.Llamaban a la puerta. Era mi vecina, Aurora. Tendría alrededor de 25 años y estaba soltera. Era de estatura media, pelo moreno y ojos azules. Llevaba en ese momento una camiseta de seda que transparentaba su sujetador, y unos pantalones cortos que la llegaban por las rodillas.
-Hola, ¿te puedo ayudar en algo? – dije.
- Pues me estaba preguntando si tú, como trabajas en tu empresa, puedes conseguir un trabajo para mi hermano, que está en paro y le hace falta dinero para mantener a su familia.
#66 #66 sylenth dijo: #65 Eran las once de la mañana. Tenía la chaqueta mojada y, tras caminar un poco, entré en un bar. No recuerdo el nombre del bar, o no sé si quiero recordarlo, o que usted, querido lector, sepa cuál es el bar. Comenzaba el momento de ahogar mis penas en alcohol. Adiós María.
Cuando entré al bar vi allí a los que fueran en su momento compañeros en la universidad. Los miré y me miraron. Hablaron entre sí y luego me llamaron. Uno de ellos se acercó:
“¡Hola! Hacía mucho que no te veíamos. ¿Por qué no te pides una cerveza y te sientas un rato con nosotros?”
“Lo siento, pero tengo prisa y no puedo quedarme con vosotros”
“Haz lo que quieras. Adiós.”
“Cuídate”
Pedí una cerveza y comencé a beber. Nunca he tolerado mucho el alcohol, y creo que eso hizo que me sintiera mal tras la quinta cerveza. Tenía ganas de vomitar, me dolía la cabeza y sentía punzadas en el estómago. El camarero me dijo algo, pero no lo entendí bien. Estar en ese estado de alcoholismo me hizo darme cuenta de que había bebido demasiado. Saqué un billete y pagué las cervezas.
Si has empezado a tomar la píldora ahí tienes la explicación.
#65 #65 sylenth dijo: #64 Seguí caminando. Cuando me giré, no la veía. Se había perdido entre la marabunta y el sol que acababa de salir impactaba en mis ojos, lo que dificultaba aún más mi intento de recordar a alguien a quien quizás nunca volviera a ver. Y fue en ese momento, cuando los rayos de Sol me cegaron la vista momentáneamente, cuando me volví a dar cuenta de mi soledad, y cuando una fuerza sobrenatural estuvo a punto de apoderarse de mí, de hacerme correr y gritar el nombre de María, esperando que alguna persona entre todas aquellas girara la cabeza y se acordara del encuentro espontáneo que tuvo con alguien que decía llamarse Aureliano.Eran las once de la mañana. Tenía la chaqueta mojada y, tras caminar un poco, entré en un bar. No recuerdo el nombre del bar, o no sé si quiero recordarlo, o que usted, querido lector, sepa cuál es el bar. Comenzaba el momento de ahogar mis penas en alcohol. Adiós María.
Cuando entré al bar vi allí a los que fueran en su momento compañeros en la universidad. Los miré y me miraron. Hablaron entre sí y luego me llamaron. Uno de ellos se acercó:
Hola! Hacía mucho que no te veíamos. ¿Por qué no te pides una cerveza y te sientas un rato con nosotros?”
#64 #64 sylenth dijo: #63 “Tengo que ir a trabajar, pero me gustaría volver a verte. ¿Me das tu número de teléfono?
“Mira, no doy mi número a cualquiera. Si me vuelvo a cruzar contigo será señal de que podemos avanzar. Espero verte pronto.
“Eres un poco raro, pero acepto. Por cierto, ¿tu nombre?
“Llámame Aureliano, aunque no sea mi nombre”
“¿Como el personaje de Cien Años de Soledad?”
“Exactamente”
“Encantada de conocerte Aureliano. Yo soy María”
“Adiós”
“Adiós”Seguí caminando. Cuando me giré, no la veía. Se había perdido entre la marabunta y el sol que acababa de salir impactaba en mis ojos, lo que dificultaba aún más mi intento de recordar a alguien a quien quizás nunca volviera a ver. Y fue en ese momento, cuando los rayos de Sol me cegaron la vista momentáneamente, cuando me volví a dar cuenta de mi soledad, y cuando una fuerza sobrenatural estuvo a punto de apoderarse de mí, de hacerme correr y gritar el nombre de María, esperando que alguna persona entre todas aquellas girara la cabeza y se acordara del encuentro espontáneo que tuvo con alguien que decía llamarse Aureliano.
#63 #63 sylenth dijo: Tenía el pelo largo, liso y de color castaño. Era de estatura mediana y de complexión normal. Tenía los ojos verdes. Brillaban. Había dejado de llover.
“Perdona, no te había visto”
“Ha sido mi culpa, no estaba mirando al frente. Estaba intentando no pisar las baldosas negras. Sé que es una tontería, pero…”
“(Ríe) No es ninguna tontería, a mí también me gusta hacerlo pero voy con la calle con prisas. Creo que por eso me choqué contigo”
“No importa. Veo que tienes prisa, así que me iré. Adiós”
“Tengo que ir a trabajar, pero me gustaría volver a verte. ¿Me das tu número de teléfono?
“Mira, no doy mi número a cualquiera. Si me vuelvo a cruzar contigo será señal de que podemos avanzar. Espero verte pronto.
“Eres un poco raro, pero acepto. Por cierto, ¿tu nombre?
“Llámame Aureliano, aunque no sea mi nombre”
Como el personaje de Cien Años de Soledad?”
“Exactamente”
“Encantada de conocerte Aureliano. Yo soy María”
“Adiós”
“Adiós”
#22 #22 piperatthegatesofdawn dijo: Solo puedo decir "Menuda chorrada"
Luego os quejáis de los que solo se fijan en las tetas.Se fijen o no, a ninguna tía le gusta estar plana.
#58 #58 sylenth dijo: #56 Entramos los dos, y cada uno miraba al ascensor, como observando el techo y las paredes. Pensé (y creo que él también lo pensó) en comenzar una de esas conversaciones superficiales que tanto odiaba, pero que hacían pasar el tiempo rápidamente, pero cuando me quise dar cuenta las puertas del ascensor se habían abierto, dejando delante de mí una la imagen de un portal que el conserje había estado limpiando toda la mañana, un portal al que podría no volver a entrar.Pensando en que aquel portal era lo único (junto con mi casa y todo lo que había en ella) que yo tenía, tal vez impulsivamente, tal vez pensando en mi soledad, me arrodillé al suelo y besé aquel suelo frío de mármol, aquel suelo que había permanecido intacto durante tantos años, y que permanecería intacto hasta que alguien lo destruyera. Quizás ese alguien fuera yo, quizás fuera el vecino que bajaba conmigo, quién sabe. Yo no lo sabía. Tras volver a mi posición inicial, oír un par de comentarios sobre mí en los que mencionaban mi locura y despedirme (creo que dije “Adiós”) del conserje, abrí las puertas del edificio previa bajada de las escalerillas, y pisé la calle.
Me contó que su hermano se había casado joven con la que había sido su novia durante la universidad, y que habían tenido un hijo. Su novia, creo recordar que se llamaba Alicia, había dejado su prometedora carrera como abogada para cuidar del bebé, y el hermano de Aurora, Raúl, trabajaba en la construcción como arquitecto, pero con un sueldo propio de aquel que empieza a trabajar.
-Verás, resulta que me acaba de llamar mi jefe y me ha dicho que estoy despedido.
-Lo siento mucho, ya sabes que me tienes arriba para lo que quieras.
#28 #28 sylenth dijo: #26 . Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama, intentando conciliar el sueño, pero no podía. Cuando creía tener dominada la situación, cuando por fin pensé que aquel suplicio se había acabado y yo, que solo quería tranquilidad, estaba listo para dormirme, ocurrió algo que todavía recuerdo con una mezcla de terror y respeto: un cuervo negro entró por la ventana y se posó en mi estantería. Este cuervo no repetía las palabras “Nevermore”, como el ave del poema de Poe, solamente graznaba y observaba, como advirtiendo de algún peligro. El cuervo se fue tan rápido como volvió, dejando a su paso todo destruido. No habían pasado ni cinco minutos cuando me dormí tras esa inusual visita cuando llamaron al teléfono. Era mi jefe. Estaba despedido. Por una parte me lo esperaba, ya que mi rendimiento en el último mes había sido nulo, pero por otra esperaba aguantar a fin de mes para cobrar mi último sueldo. La verdad era que no necesitaba mucho el dinero. Vivía solo y acostumbraba a gastar poco, lo justo para sobrevivir, y algún dinero para caprichos que consideraba necesarios. Pensé que podría sacar algo bueno de mi despido, e intenté otra vez dormirme. No podía. Decidí levantarme de la cama y desayunar.
#43 #43 carlos87 dijo: sylenth, no quiero ofenderte... pero me importa una mierda, de verdadNo me ofende :)
#41 #41 sylenth dijo: #39 Cuando fui a dejar el libro en la estantería me di cuenta de que yo, en cierto modo, era igual que el coronel Aureliano Buendía. No tenía capacidad para amar, y creo que fue eso lo que dificultó mis relaciones con las mujeres. Muchas me habían preguntado si de verdad sentía algo por ellas, algo que yo contestaba afirmativamente, aunque fuera mentira, para contentarlas. Creo que hubiera sido el perfecto psicópata, pero matar no era lo mío. Me hubieran cogido rápido y enviado a la cárcel, donde hubiera permanecido el resto de mi corta y desgraciada vida, y donde me habría lamentado cada día de haber asesinado a tal persona, no por la víctima en sí, sino por el hecho de estar privado de la libertad. Me gustaba la lluvia, el sol, la playa, andar, escuchar música...El día acababa de empezar y yo me preguntaba qué tenía que mereciera la pena. Si hubiera sido por mí, creo que hubiera vivido al máximo, disfrutando todas las sensaciones que he mencionado antes. Probablemente hubiera comprado una casa cerca del mar y me hubiera despertado cada mañana temprano, solo para oler la brisa del mar, la cual tanto echaba de menos. Creo que eso es lo que estaba a punto de hacer, tal vez incitado por mi reflexión anterior, tal vez porque vi en la estantería el libro de Ernest Hemingway, “El viejo y el mar”, cuando volvieron a llamar al teléfono. Mi padre había muerto.
Y las mias siguen creciendo, que asco.
Unas tan poco y otras tanto...
#26 #26 sylenth dijo: Todo comenzó (así lo recuerdo, aunque puedo estar equivocado) un viernes lluvioso de Abril. Estaba levantado. No había dormido en toda la noche. Acostumbraba a tomar una valeriana antes de ir a la cama, y ya en ella, coger un libro (creo recordar que leía Cien Años de Soledad) y leer hasta dormirme. Quizás fuera que no me concentraba con tanto Aureliano y José Arcadio, pero no creo que esa fuera la razón de mi insomnio.. Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama, intentando conciliar el sueño, pero no podía. Cuando creía tener dominada la situación, cuando por fin pensé que aquel suplicio se había acabado y yo, que solo quería tranquilidad, estaba listo para dormirme, ocurrió algo que todavía recuerdo con una mezcla de terror y respeto: un cuervo negro entró por la ventana y se posó en mi estantería. Este cuervo no repetía las palabras “Nevermore”, como el ave del poema de Poe, solamente graznaba y observaba, como advirtiendo de algún peligro.
Pues que suerte que tienes, yo con 18 todavía uso los sujetadores que tenía con 12 y a mi no me dan las alegrías que a ti... Gracias por restregarlo por la cara.
#51 #51 sylenth dijo: #50 Creo que en ese momento de mi vida fue cuando me di cuenta de los errores que había cometido, de las oportunidades desaprovechadas y de los amigos perdidos. No tenía a nadie. Si me hubiera pasado diez años antes, hubiera creído que se trataba de un castigo del Señor todopoderoso, pero ese tiempo pasó. ¿Qué iba a hacer? Por mi cabeza pasaron soluciones al vacío existencial que tenía en aquel momento, pero ninguna me satisfacía. Pensé en suicidarme y hacer que todo aquello acabara. Pensé en llamar a mi jefe y suplicarle que me diera aquel trabajo, aunque me bajara el sueldo, solamente para seguir manteniendo la misma monótona vida que había mantenido durante los últimos meses. No sabía qué hacer. Me senté en el sofá y comencé a escuchar música. Trataba de aislarme, de olvidar todo lo que me había pasado: mi despido, mi soledad, la muerte de mi padre…La música fluía en mis oídos y yo estaba quedándome dormido. Todo se volvía oscuro, los párpados me pesaban más y más, hasta que se cerraron.
Yo también qiero q me pase eso jo
#56 #56 sylenth dijo: #54 Me levanté del sofá, me puse los zapatos y salí de casa. Al cerrar la puerta lo hice pensando en que tal vez nunca volviera a ver esa casa, en que quizás alguien me atropellara, me matara y me librara de aquella tortura a la que estaba siendo continuamente sometido desde el momento de mi despido. Llamé al ascensor con prisas, pues no me gustaba que nadie entrara conmigo al ascensor y empezara a relatarme su vida, o bien se iniciara una conversación sobre asuntos triviales, tales como el tiempo, el trabajo o el fútbol. No tuve suerte. Entramos los dos, y cada uno miraba al ascensor, como observando el techo y las paredes. Pensé (y creo que él también lo pensó) en comenzar una de esas conversaciones superficiales que tanto odiaba, pero que hacían pasar el tiempo rápidamente, pero cuando me quise dar cuenta las puertas del ascensor se habían abierto, dejando delante de mí una la imagen de un portal que el conserje había estado limpiando toda la mañana, un portal al que podría no volver a entrar.
#59 #59 sylenth dijo: #58 Pensando en que aquel portal era lo único (junto con mi casa y todo lo que había en ella) que yo tenía, tal vez impulsivamente, tal vez pensando en mi soledad, me arrodillé al suelo y besé aquel suelo frío de mármol, aquel suelo que había permanecido intacto durante tantos años, y que permanecería intacto hasta que alguien lo destruyera. Quizás ese alguien fuera yo, quizás fuera el vecino que bajaba conmigo, quién sabe. Yo no lo sabía. Tras volver a mi posición inicial, oír un par de comentarios sobre mí en los que mencionaban mi locura y despedirme (creo que dije “Adiós”) del conserje, abrí las puertas del edificio previa bajada de las escalerillas, y pisé la calle.Llovía. Los transeúntes caminaban deprisa, como si intentaran esquivar las gotas de agua que caían. Me gusta la lluvia, porque puedo caminar por la calle solo, sin importar que me cruce con alguien, y creo que por eso me alegré al mirar al cielo y ver que estaba oscuro. Aunque fuera por la mañana, las abundantes nubes ocultaban el Sol, y solamente unos pocos rayos de luz iluminaban una calle que yo acababa de pisar.
#56 #56 sylenth dijo: #54 Me levanté del sofá, me puse los zapatos y salí de casa. Al cerrar la puerta lo hice pensando en que tal vez nunca volviera a ver esa casa, en que quizás alguien me atropellara, me matara y me librara de aquella tortura a la que estaba siendo continuamente sometido desde el momento de mi despido. Llamé al ascensor con prisas, pues no me gustaba que nadie entrara conmigo al ascensor y empezara a relatarme su vida, o bien se iniciara una conversación sobre asuntos triviales, tales como el tiempo, el trabajo o el fútbol. No tuve suerte. Mi vecino de enfrente salió de su puerta y permaneció conmigo esperando a que el ascensor bajara. Por un momento pensé en bajar por las escaleras, usando como pretexto la falta de tiempo, pero me di cuenta de que eso no habría hecho más que agravar mi relación con los vecinos. El ascensor tardaba, y mi vecino (creo recordar que se llamaba Andrés) se impacientaba. Por fin llegó.
Tenía el pelo largo, liso y de color castaño. Era de estatura mediana y de complexión normal. Tenía los ojos verdes. Brillaban. Había dejado de llover.
“Perdona, no te había visto”
“Ha sido mi culpa, no estaba mirando al frente. Estaba intentando no pisar las baldosas negras. Sé que es una tontería, pero…”
“(Ríe) No es ninguna tontería, a mí también me gusta hacerlo pero voy con la calle con prisas. Creo que por eso me choqué contigo”
“No importa. Veo que tienes prisa, así que me iré. Adiós”
#61 #61 sylenth dijo: #60 Miré a la derecha y a la izquierda, como si esperara que viniera mi padre y me dijera que estaba vivo, que todo había sido un error y que quería contarme todo acerca de mí, pero no vi a nadie. A nadie que conociera. No sabía si ir a la izquierda o a la derecha, pero elegí ir por la derecha. Quizás que si hubiera cogido el otro camino mi vida hubiera sido mejor, pero eso es algo que el tiempo dirá. Estaba bajando por la calle, mirando al suelo, como si intentara cuadrar mis pasos con los de los demás viandantes. Cuando iba a cruzar la esquina, me choqué con una mujer. Si ahora, querido lector, piensa usted que esto es comienzo de una relación digna de aparecer en las mejores películas románticas, deje de leer este libro. Intentaré describir a la mujer tal y como la recuerdo, y luego escribir la conversación que creo que tuvimos.
#60 #60 sylenth dijo: #59 Llovía. Los transeúntes caminaban deprisa, como si intentaran esquivar las gotas de agua que caían. Me gusta la lluvia, porque puedo caminar por la calle solo, sin importar que me cruce con alguien, y creo que por eso me alegré al mirar al cielo y ver que estaba oscuro. Aunque fuera por la mañana, las abundantes nubes ocultaban el Sol, y solamente unos pocos rayos de luz iluminaban una calle que yo acababa de pisar.Miré a la derecha y a la izquierda, como si esperara que viniera mi padre y me dijera que estaba vivo, que todo había sido un error y que quería contarme todo acerca de mí, pero no vi a nadie. A nadie que conociera. No sabía si ir a la izquierda o a la derecha, pero elegí ir por la derecha. Quizás que si hubiera cogido el otro camino mi vida hubiera sido mejor, pero eso es algo que el tiempo dirá.
#32 #32 sylenth dijo: Al acabar de desayunar me gustaba salir a la terraza y observar como pasaba la gente. Como había dicho, estaba lloviendo. Los transeúntes caminaban por las calles desiertas, algunos hacia su trabajo, otros de vuelta tras una noche de desenfreno y pasión. Decidí cerrar la ventana y bajar la persiana para evitar que los cristales se mojaran. No tenía ningún plan, pues mi día a día se limitaba a ir a trabajar media jornada, volver a casa y quedarme leyendo o viendo alguna película. De vez en cuando me llamaba algún amigo (o eso decía él) e íbamos al bar, aquel lúgubre y cerrado lugar donde nos ahogábamos en nuestras penas, pero hacía tiempo que nadie me llamaba. Concretamente desde que me robaron el coche. Lo usaba para llevar y traer a mis “amigos”, y creo que solo me querían por eso. Creo que hice bien en irme con ellos, pero eso es algo que ustedes juzgarán a su debido tiempo.
#52 #52 sylenth dijo: #51 Por mi cabeza pasaron soluciones al vacío existencial que tenía en aquel momento, pero ninguna me satisfacía. Pensé en suicidarme y hacer que todo aquello acabara. Pensé en llamar a mi jefe y suplicarle que me diera aquel trabajo, aunque me bajara el sueldo, solamente para seguir manteniendo la misma monótona vida que había mantenido durante los últimos meses. No sabía qué hacer. Me senté en el sofá y comencé a escuchar música. Trataba de aislarme, de olvidar todo lo que me había pasado: mi despido, mi soledad, la muerte de mi padre…La música fluía en mis oídos y yo estaba quedándome dormido. Todo se volvía oscuro, los párpados me pesaban más y más, hasta que se cerraron. Recuerdo que cuando era pequeño tenía miedo a dormirme, porque no sabía si al día siguiente iba a despertarme. Sin embargo, creo que en el momento en el que me dormí en el sofá no pasaba nada sobre mi cabeza, no me importaba morir dormido.
Pasado un tiempo (a mí me pareció mucho, pero no lo sé porque no miré la hora), me desperté, miré alrededor y me di cuenta de que todo seguía igual. Tenía el deseo de que no hubiera pasado nada, de volver atrás en el tiempo, volver a nacer y tomar nuevas decisiones, corregir las malas, cambiar de amistades…La vida seguía.
#37 #37 sylenth dijo: Me contó que su hermano se había casado joven con la que había sido su novia durante la universidad, y que habían tenido un hijo. Su novia, creo recordar que se llamaba Alicia, había dejado su prometedora carrera como abogada para cuidar del bebé, y el hermano de Aurora, Raúl, trabajaba en la construcción como arquitecto, pero con un sueldo propio de aquel que empieza a trabajar.
-Verás, resulta que me acaba de llamar mi jefe y me ha dicho que estoy despedido.
-Lo siento mucho, ya sabes que me tienes arriba para lo que quieras.
Siendo sincero, creo que no lo sentía mucho. Era la segunda vez que me hablaba mientras vivíamos en el edificio, la primera fue para pedirme un poco de sal.
Cerré la puerta. Me quedé observando por la mirilla de la puerta como se iba por las escaleras, y cuando me cercioré de que se había marchado, volví a mi sofá de terciopelo, me quité las zapatillas de estar por casa y me puse a leer a García Márquez. Las últimas páginas se me hicieron muy entretenidas, y todavía conservo (o creo conservar) la última frase del libro: “Pues las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la Tierra”.
#39 #39 sylenth dijo: #37 Siendo sincero, creo que no lo sentía mucho. Era la segunda vez que me hablaba mientras vivíamos en el edificio, la primera fue para pedirme un poco de sal.
Cerré la puerta. Me quedé observando por la mirilla de la puerta como se iba por las escaleras, y cuando me cercioré de que se había marchado, volví a mi sofá de terciopelo, me quité las zapatillas de estar por casa y me puse a leer a García Márquez. Las últimas páginas se me hicieron muy entretenidas, y todavía conservo (o creo conservar) la última frase del libro: “Pues las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la Tierra”.Cuando fui a dejar el libro en la estantería me di cuenta de que yo, en cierto modo, era igual que el coronel Aureliano Buendía. No tenía capacidad para amar, y creo que fue eso lo que dificultó mis relaciones con las mujeres. Muchas me habían preguntado si de verdad sentía algo por ellas, algo que yo contestaba afirmativamente, aunque fuera mentira, para contentarlas. Creo que hubiera sido el perfecto psicópata, pero matar no era lo mío. Me hubieran cogido rápido y enviado a la cárcel, donde hubiera permanecido el resto de mi corta y desgraciada vida, y donde me habría lamentado cada día de haber asesinado a tal persona, no por la víctima en sí, sino por el hecho de estar privado de la libertad. Me gustaba la lluvia, el sol, la playa, andar, escuchar música...
Al acabar de desayunar me gustaba salir a la terraza y observar como pasaba la gente. Como había dicho, estaba lloviendo. Los transeúntes caminaban por las calles desiertas, algunos hacia su trabajo, otros de vuelta tras una noche de desenfreno y pasión. Decidí cerrar la ventana y bajar la persiana para evitar que los cristales se mojaran. No tenía ningún plan, pues mi día a día se limitaba a ir a trabajar media jornada, volver a casa y quedarme leyendo o viendo alguna película.
#30 #30 sylenth dijo: #29 Creo recordar que desayuné dos tostadas con mermelada, una taza de café y pastas que mi madre me traía de un convento de monjas. Tardaba mucho en desayunar. Me gusta saborear la comida, asociar los sabores y los olores, y ver como cada comida en su más pequeña porción, cada bebida en su más pequeña gota, me recordaban una sensación, una persona o un lugar. Aquellas tostadas, de pan francés, me recordaban los momentos que pasé en el internado de París, donde (según mi tía, aunque no lo creo) me formé como persona. El café, acompañado con la justa cantidad de leche, me recordaba los viajes que hice con mi ex novia alrededor de Colombia. Las pastas, obviamente, me recordaban a mi hoy difunta madre. Aquellos momentos en la casa de la playa, las riñas en Madrid, las veces que me curaba cuando me caía jugando al futbol (deporte en el cual no destacaba)…
#29 #29 sylenth dijo: #28 El cuervo se fue tan rápido como volvió, dejando a su paso todo destruido. No habían pasado ni cinco minutos cuando me dormí tras esa inusual visita cuando llamaron al teléfono. Era mi jefe. Estaba despedido. Por una parte me lo esperaba, ya que mi rendimiento en el último mes había sido nulo, pero por otra esperaba aguantar a fin de mes para cobrar mi último sueldo. La verdad era que no necesitaba mucho el dinero. Vivía solo y acostumbraba a gastar poco, lo justo para sobrevivir, y algún dinero para caprichos que consideraba necesarios. Pensé que podría sacar algo bueno de mi despido, e intenté otra vez dormirme. No podía. Decidí levantarme de la cama y desayunar. Creo recordar que desayuné dos tostadas con mermelada, una taza de café y pastas que mi madre me traía de un convento de monjas. Tardaba mucho en desayunar. Me gusta saborear la comida, asociar los sabores y los olores, y ver como cada comida en su más pequeña porción, cada bebida en su más pequeña gota, me recordaban una sensación, una persona o un lugar.
Primera parte Capítulo I – Llámame Aureliano
Supongo que es demasiado tarde para arrepentirse y pedir perdón, para admitir mis errores y pretender que se apiaden de mí. Aun así, he decidido contar lo sucesos que han ocurrido en mi vida durante los últimos meses: aquellos de los que fui testigo y partícipe. Ustedes decidirán si me perdonan o si me condenan.
#54 #54 sylenth dijo: #52 Recuerdo que cuando era pequeño tenía miedo a dormirme, porque no sabía si al día siguiente iba a despertarme. Sin embargo, creo que en el momento en el que me dormí en el sofá no pasaba nada sobre mi cabeza, no me importaba morir dormido.
Pasado un tiempo (a mí me pareció mucho, pero no lo sé porque no miré la hora), me desperté, miré alrededor y me di cuenta de que todo seguía igual. Tenía el deseo de que no hubiera pasado nada, de volver atrás en el tiempo, volver a nacer y tomar nuevas decisiones, corregir las malas, cambiar de amistades…La vida seguía. Me levanté del sofá, me puse los zapatos y salí de casa. Al cerrar la puerta lo hice pensando en que tal vez nunca volviera a ver esa casa, en que quizás alguien me atropellara, me matara y me librara de aquella tortura a la que estaba siendo continuamente sometido desde el momento de mi despido. Llamé al ascensor con prisas, pues no me gustaba que nadie entrara conmigo al ascensor y empezara a relatarme su vida, o bien se iniciara una conversación sobre asuntos triviales, tales como el tiempo, el trabajo o el fútbol. No tuve suerte.
#50 #50 sylenth dijo: #47 No era mi padre biológico, pero era mi único familiar con vida, y el único que podía decirme donde estaba mi padre de verdad, pero ya daba igual, no tenía nada ni nadie por lo que vivir. Ni por el que morir. Había llegado el momento de hacer algo con mi vida.
Fui al baño. Me mojé la cara con agua caliente, eché un poco de gel de afeitado sobre mi mano y comencé a esparcirlo por mi cara. En ese momento comenzaba mi ritual de afeitado, que a veces duraba diez minutos, a veces media hora. Me aseguré de estar bien afeitado, me puse mi pantalón negro, mi chaqueta negra y mi gorra negra. Creo que en ese momento de mi vida fue cuando me di cuenta de los errores que había cometido, de las oportunidades desaprovechadas y de los amigos perdidos. No tenía a nadie. Si me hubiera pasado diez años antes, hubiera creído que se trataba de un castigo del Señor todopoderoso, pero ese tiempo pasó. ¿Qué iba a hacer?
Por mi cabeza pasaron soluciones al vacío existencial que tenía en aquel momento, pero ninguna me satisfacía. Pensé en suicidarme y hacer que todo aquello acabara. Pensé en llamar a mi jefe y suplicarle que me diera aquel trabajo, aunque me bajara el sueldo, solamente para seguir manteniendo la misma monótona vida que había mantenido durante los últimos meses. No sabía qué hacer. Me senté en el sofá y comencé a escuchar música. Trataba de aislarme, de olvidar todo lo que me había pasado: mi despido, mi soledad, la muerte de mi padre…
Todo comenzó (así lo recuerdo, aunque puedo estar equivocado) un viernes lluvioso de Abril. Estaba levantado. No había dormido en toda la noche. Acostumbraba a tomar una valeriana antes de ir a la cama, y ya en ella, coger un libro (creo recordar que leía Cien Años de Soledad) y leer hasta dormirme. Quizás fuera que no me concentraba con tanto Aureliano y José Arcadio, pero no creo que esa fuera la razón de mi insomnio.
Tengo 15, si en 2 años no me pasa lo mismo te voto Menuda Chorrada!
¡Registra tu cuenta ahora!